-Oh, Dios, lo ha conseguido.
Oí la voz de Hugo en un susurro, a pesar de estar tan lejos. En aquel momento, sonreí, aunque nadie pudiese verlo.
-¡Cedric, lo has hecho!
Sólo sé que mis nuevas y maravillosas alas respondieron por mí, alzándome en el aire con un recién descubierto orgullo. Hubiera llorado, reído tal vez.
Descendí cuando quise atesorar el momento. Caí en el suelo con mis pies descalzos, y Hugo corrió hacia mí con mi túnica en los brazos.Se quedó en silencio mientras yo temblaba de frío, y yo me vestí, empapado.
Cuando le miré me sonrió, con su sonrisa de siempre.
-¿Estás bien?- me preguntó, entrecerrando los ojos.
Yo reí, aún tiritando.
-¿Tú que crees?
-Que no.
Le miré extrañado, pero enseguida volví a sonreír. Inusualmente.
-Sólo...estoy un poco impresionado.
Aquel fue el tercer impulso escondido. Decirle, a él, en aquel momento, que no existía otra persona en el mundo con la que compartir mi primer vuelo.
El rió, dándome una palmada en el hombro.
-Es normal.
Etiquetas: Pequeñas Historias para Gente Grande
Entrada más reciente Entrada antigua Inicio
0 comentarios:
Publicar un comentario