-Gracias, Hugo, de verdad que te adoro.
Hugo le sonrió y le revolvió el pelo. Y allí estaba yo, deseando ser un poco menos listo y que me ayudase a mí también.
Marvin se levantó de la mesa y, tras un millón de gracias y elogios hacia Hugo, se fue corriendo a entregar su trabajo atrasado de Herbología.
Yo estaba profundamente distraído ese día. Llovía y no podía salir a volar. Y creo que Cho Chang interpretó que la miraba a ella, porque me guiñó un ojo. Yo le sonreí por cortesía, y cuando ella se sonrojó, supue que algo había hecho mal.
-Cedric.
Cho Chang se había levantado. Oops.
-Sí, dime.
-Estaba pensando que podrías echarme una mano...con las pociones, ya sabes.
-Sí, claro, siéntate.
Ella cambió la cara y sonrió. Coquetamente.
-Ah...no, en el Aula de Snape. Ya sabes...la práctica.
Supongo que no vi el doble sentido. Por inocente o por idiota. Y tampoco supe leer la expresión de Hugo cuando me marché.
Mi quinto impulso desmedido fue apartar a Cho Chang de un manotazo cuando me besó frente al caldero de Snape. Pero no lo hice, por educación tal vez, y cuando ella se separó de mí vi el rostro de Hugo, mirándome con algo que muy bien podría ser rencor.
-Ahí te dejo tus apuntes, Diggory. Aunque no creo que los necesites.
Supongo que me quedé bloqueado en el sitio, porque Cho Chang se colocó delante de mí, preocupada.
-¿Estás bien?
Yo recogí mis cosas como un huracán, aún en mi mundo.
-¿Tú que crees?
-No sé.
-Sólo...tengo que irme.
Etiquetas: Pequeñas Historias para Gente Grande
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