-Van dieciséis esta semana. ¿No vas a decirle que sí a ninguna?
Marvin miró con pena a la chica ravenclaw que se marchaba llorando desconsolada, y luego me miró a mí elocuentemente. Yo miré a Hugo, que tenía la mirada perdida en su tazón de cereales, y cara de querer dormir.
-No.
Marvin se rió, con su habitual cara de "no lo entiendo".
-En serio, Cedric, alguna habrá que te guste.
Me lo planteé, juro que lo hice. En aquel mismo instante.
-No.
-¿No?
-No.
-Tú sabrás.
Hugo revolvió sus cereales, suspirando. Yo le miré, extrañado.
-¿Hugo, estás bien?
Él levantí la vista y miró a la mesa Ravenclaw, donde aquella chica seguía tristemente envuelta en lágrimas.
-¿Tú que crees?
-Que no.
-Sólo estoy un poco...decepcionado.
Marvin volvió a mirar a la chica, y respondió.
-Es normal.
Marcharme fue mi cuarto impulso inexplicable. Pero me quedé.
Etiquetas: Pequeñas Historias para Gente Grande
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